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"Superadas las expectativas"


Han pasado diez días, doscientas cuarenta horas de ese subidón emocional que supuso la presentación oficial de mi primera novela. Una decenas de amaneceres he visto desde que presenté en sociedad “Salgadum”, un libro muy especial que me ha costado crear los últimos diez años de mi vida.

He de agradecer a Rafa, de la Buena Letra, el haber reservado el espectacular salón de la Antigua Escuela de Comercio. Y a la Fundación Municipal de Cultura su amabilidad por permitirme usar también la segunda planta del edificio, para crear un espacio anexo dotado de streaming que albergara a casi todas las personas que asistieron al evento.

No puedo dejar de mencionar a Celebre Editorial y a Eduard Roca el dibujante de la espectacular portada que lleva mi libro.

Es imposible no hablar de la pandemia, y creo que estas alusiones aún perduraran unos meses más, aunque espero que este 2021 sea el último año de olas indeseadas. En el caso que me ocupa y teniendo en cuenta las restricciones en los espacios públicos, tocó reinventarse para que las más de cien personas, que iban a asistir al evento, pudieran seguirlo en directo. Sin dichas restricciones, yo habría llegado quince minutos antes, habría conectado mi ordenador y habría comenzado la presentación con las ciento trece plazas del salón ocupadas. Sintiendo el calor de la familia y de los amigos, todos juntos en un único espacio.

Pero había que adaptarse, así que me tocó, junto a mi amigo Jose Tomás, hacer peripecias para crear un streaming que llevara las imágenes a la segunda planta con la mayor calidad posible. Como el esfuerzo no me asusta, y vivo bien a gusto entre tecnología, solo tuvimos que emplear algunas horas previas y todo listo.

Ya eran las 17:30, los invitados comenzaban a llegar al son de la música, ya oficial de

Salgadum. Se iniciaba la venta de mi novela, cien ejemplares llenaban una fría mesa, demasiados libros para mi presentación, pensaba para mis adentros.

Me equivoqué, tanto en la asistencia de familiares, amigos y conocidos, como en la venta de libros, “Se superaban mis expectativas”.

Yo seguía como loco subiendo y bajando escaleras para que todo saliera perfecto en la transmisión. Saludaba a quienes iban llegando, y disfrutaba a cuentagotas la sensación de que el salón se fuera llenando poco a poco.

Seguía entrando la gente, el salón ya estaba lleno, tocaba ocupar la segunda planta. Comenzaron a aparecer los nervios, la posibilidad de que no entraran todas las personas que se acercaran hasta la mítica plaza del Parchís, me atormentaba, como lo había hecho durante bastantes noches previas al día D.

Muy a mi pesar, finalmente se cumplía mi peor pesadilla, tenía que comunicar a varias personas, que ya no había libros, y que no había sitio en la segunda planta. El primer comunicado era fácil, y me llenaba de orgullo y satisfacción, como se suele decir. Pero el segundo de ellos se me clavó como hierro ardiendo en el pecho. Algunos de mis invitados no podían acceder a ninguna sala para asistir al evento. Y tras disculparme de mil formas, creo que lo entendieron, otra vez esta pandemia, aforos, etc. Tuvimos que dar el siguiente paso.

Las 18:05 marcaba el reloj, hora de iniciar esa presentación que marcaría el punto de salida de mi novela hacia el mercado literario. Qué decir de la emoción que tenía instaurada en mi cuerpo.

La primeras palabras fueron pronunciadas por Esther, compañera y amiga, curtida en mil presentaciones. Ella hacía los honores de presentarme a mí. Un profesor de tecnología, del que muchos de los allí presentes desconocían mi afición por la escritura, era presentado públicamente como escritor. Jo que fuerte.

Bonitas fueron las palabras que escucharon mis oídos, música celestial que me introducía en un mundo al que jamás había pensado que podría llegar. Esther seguía hablando, le tocaba hacerlo de Salgadum. Yo estaba concentrado, se acercaba mi momento, apenas unos instantes marcarían el inicio de mi presentación, cargada de sorpresas e ilusión.

Asomaba ya mi turno, mi querida presentadora me cedía la palabra. Y tras recoger el testigo, comencé mi deseada comparecencia, ante al estimado público allí congregado, con un truco de magia acompañado por mi inseparable iPad. Nos adentramos en un mundo mágico llamado “Salgadum” comenté para justificar esa forma de romper el hielo.

Agradecí la presencia de familiares y amigos, todo estaba en marcha, íbamos juntos a toda velocidad en un viaje hacia Salgadum, así que la mejor manera de echar el freno y disfrutar de esos momentos fue lanzar un juego. Propios y extraños se sorprendieron cuando les mandé coger sus móviles para responder a unas preguntas en un quizziz, preguntas sobre el libro, sobre su mapa, sobre lo que recientemente había adquirido.

Transcurrieron unos minutos de emoción, competición y entretenimiento, bien orquestados al ritmo que les marcaba. Todo iba saliendo según lo previsto y eso me tranquilizaba. Como premio, al ganador le esperaba un mapa de Salgadum pirograbado a láser. Un original y bonito recuerdo que espero que valorara tanto como a mi me había prestado prepararlo.


El tiempo avanzaba, del juego pasamos a la presentación de las personas que me habían ayudado con la revisión y preparación del libro. Contribuyendo para dejarlo en las mejores condiciones para enviarlo a las editoriales. Pero no fue una presentación simple, ya que fue más bien compuesta, pues intenté ligar y ensamblar a dichos colaboradores con los personajes que aparece en la portada de la novela. Una unión entre mi equipo en la tierra con un mágico equipo en un mundo muy muy lejano.

La presentación terminaba, no sin antes animar, a los allí presentes, a que me mandaran fotos y frases que sintieran al leer mi libro. Quería que compartieran conmigo las sensaciones que experimentarán al adentrarse en Salgadum, en mi ilusión, en mi trabajo de más de tres mil seiscientos días, que se llevaban ese día, 26 de julio de 2021, entre las manos. He de reconocer que ese momento incluso me superó, persona fría que reconozco que soy, la emoción se apoderó de mí. Así que tuve que parar unos instantes para recomponerme para poder continuar.

Todo había salido a la perfección, mil vivencias experimenté en esos cincuenta minutos que compartimos juntos. La palabra, agradecimiento, se queda muy corta para explicar lo que sentí por la compañía que tuve en ese salón y ese día.

No había tiempo para poder parar el reloj, llegaba la firma de ejemplares, una cola que parecía interminable, ocupaba todo el lateral del salón de actos. Un reguero de amigos y familiares que esperaban una dedicatoria, pero yo no quería que fuera una cualquiera. De ahí que durante los días anteriores, me dedicara a pensar en cada una de las personas que podrían asistir al evento y personalicé al máximo las palabras que pretendía inmortalizar en la novela habían adquirido. También he de reconocer, que minutos antes me había disculpado por la caligrafía que llevo instalada de serie. Pero ese problema de software interno que llevo, no minimizaba mi cariño al estampar más de ochenta dedicatorias diferentes.

El proceso que duró unos largos y maravillosos minutos, compartiendo risas y fotos me permitió descargar tensión y nervios e incluso bajar mis aceleradas pulsaciones. Disfrute cada palabra, cada letra que escribí con los tres bolígrafos que tuve que utilizar, dos de ellos fue lo único que falló en toda la tarde. Era nuestro momento juntos. La unión entre lectores y escritor comenzaba allí para no terminar jamas.

Enlace a la galería de imágenes de la presentación.


GRACIAS A TOD@S Y BIENVENID@S A SALGADUM

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